El insomnio es el trastorno del sueño más frecuente en la población general. Se estima que un 25-30% de los adultos no están plenamente satisfechos con su tiempo y calidad de sueño. Este trastorno influye gravemente en la calidad de vida de las personas que lo padecen de manera crónica, pudiendo causar accidentes en adultos y fracaso escolar en niños. Es una alteración de la conciliación, la duración, la calidad o la consolidación del sueño, pese a tener unas condiciones y un entorno favorable para poder dormir adecuadamente. Puede presentarse de manera dependiente o bien asociado a otras enfermedades.
Tener un número mínimo de horas diarias de sueño es fundamental a cualquier edad, puesto que es en este momento cuando se consolida la memoria y se inician numerosos procesos de reparación celular para corregir el daño que se ha podido ocasionar durante el día. Además, el cuerpo aprovecha el tiempo de sueño para recuperarse, adaptarse al ritmo diario y mantener la vigilia al día siguiente.
El tiempo de duración del sueño varía en función de la edad. Un bebé recién nacido puede tener en algunos casos problemas para conciliar el sueño, pero de normal duerme durante casi todo el día, a partir de los 4-5 años la media de horas de sueño desciende a unas 10 y desaparecen las siestas. En un adulto las necesidades son muy variables y van desde las 5 hasta las 9 horas diarias. Cuando se llega a la edad avanzada este tiempo se reduce a 4-6 horas y, en muchos casos, suelen haber interrupciones a lo largo de la noche.
El hecho de no dormir el tiempo suficiente o que el sueño no sea de calidad puede interferir en las actividades diarias como el trabajo, los estudios o el deporte. Esto es debido a que la persona que lo sufre no descansa correctamente durante la noche y puede tener cierta somnolencia durante el día, así como malestar en las relaciones sociales. Algunos ejemplos de consecuencias del insomnio son principalmente la disminución en la calidad de vida, el cansancio diurno o la somnolencia, el aumento del absentismo laboral y el alto riesgo de desarrollar trastornos depresivos y otras enfermedades relacionadas con el sistema cardiovascular. También pueden aparecer síntomas gastrointestinales, dolor de cabeza, y preocupación por la falta de sueño que puede llegar a provocar cambios en el estado de ánimo.
Muchas enfermedades crónicas como el reflujo gastroesofágico, las cefaleas, el dolor y las enfermedades neurodegenerativas son factores de riesgo para padecer insomnio, además de la edad, el nivel educacional y socioeconómico y la menopausia. Al contrario, también existen patologías que son más probables de aparecer en personas que presentan dificultad para dormir, como la depresión y la ansiedad.
Tipos de insomnio
Los diferentes tipos de insomnio pueden clasificarse en función de 3 parámetros:
- Fase del sueño afectada
- De conciliación: problemas para conciliar el sueño en menos de 30 minutos.
- De mantenimiento: dificultad para mantener el sueño una vez se ha conciliado, teniendo más de 3 despertares cada noche.
- Despertar precoz: dificultad para mantener el sueño de madrugada siendo imposible volver a conciliarlo (menos de 5 horas de sueño en total).
- Duración
- Transitorio: tiene una duración de 2-3 días y suele ser debido a estrés agudo o cambios en el entorno (turno de trabajo, desfase horario, consumo de sustancias estimulantes como el café o el alcohol, etc.).
- Agudo o de corta duración: cuando sucede durante períodos de tiempo inferiores a 3 semanas. Normalmente se asocia a épocas de la vida con más preocupación o estrés del habitual, cambios en las rutinas, etc.
- Crónico o de larga duración: cuando sucede más de 3 veces por semana y como mínimo durante 3 semanas. Puede ir asociado a enfermedades crónicas o bien al consumo de determinadas sustancias.
- Conocimiento de la causa
- Primario: es el insomnio que no está relacionado con otras enfermedades.
- Secundario: insomnio producido por enfermedades de base que pueda presentar el paciente.
Causas del insomnio
Las causas del insomnio secundario son muy variadas, desde épocas de estrés agudo o excesiva preocupación por asuntos personales, hasta problemas de salud como el cáncer o la infección por VIH, etc. En resumen, cualquier situación que estimule el sistema nervioso de manera directa o indirecta o bien que altere el patrón del sueño puede provocar problemas para conciliar el sueño. Entre las causas del insomnio más frecuentes están las siguientes:
- Enfermedades: síndrome de las piernas inquietas, disnea, tos nocturna, artritis, dolor de cabeza, hiperplasia de próstata, hipertiroidismo, diabetes, menopausia, etc.
- Factores ambientales: ruidos, luz, ronquidos, cambios en el turno de trabajo, desfase horario, etc.
- Factores psíquicos: épocas de duelo, estrés, preocupación por problemas personales, familiares o laborales, depresión, demencia, etc.
- Abstinencia a alguna sustancia por interrupción del tratamiento, ya sean drogas de abuso o bien medicamentos.
- Inadecuada higiene del sueño.
- Consumo de ciertos medicamentos: inhibidores del apetito, estatinas para el colesterol, corticosteroides, diuréticos, antidepresivos, hormonas sexuales, etc.
Cuándo acudir al médico
Des de la farmacia recomendamos que los pacientes acudan directamente al médico en caso de que cumplan uno de los siguientes criterios:
Edad | Menores de 2 añosMayores de 75 años con patología asociada |
Síntomas | Insomnio severo (pacientes con deterioro importante de la calidad de vida debido a este trastorno) |
Duración de los síntomas | Más de 3 semanas sin tratamiento Más de 1 semana con tratamiento y medidas higiénico-dietéticas |
Enfermedad subyacente y/o consumo de medicamentos | Insomnio secundario a alguna enfermedad Alteraciones psiquiátricas Debido a la utilización de medicamentos |
Situaciones especiales | Embarazo |
Consejos para tener un sueño de calidad
Para evitar que el insomnio acabe volviéndose crónico es aconsejable adoptar una serie de consejos que forman parte de la conocida como higiene del sueño. Además, en caso de que se esté siguiendo un tratamiento farmacológico para el insomnio, estas medidas higiénico-dietéticas serán de gran ayuda para mejorar los resultados de la intervención.
- Irse a dormir sólo cuando aparezca la sensación de tener sueño.
- Establecer unos hábitos relajados para irse a dormir: no realizar actividad física intensa en las 3-4 horas previas al momento de acostarse, evitar el consumo de alimentos o bebidas estimulantes a partir de media tarde.
- Cenar moderadamente unas dos horas antes de irse a la cama y evitar las bebidas alcohólicas antes y durante la noche. El tabaco tampoco es aconsejable ya que la nicotina es una sustancia estimulante.
- Cambiar de espacio en caso de llevar media hora en la cama sin poder conciliar el sueño y realizar alguna actividad relajante sin llegar a dormirse fuera de la cama.
- Fijar unos horarios regulares para acostarse y levantarse cada día incluyendo los fines de semana. Esto hará que nuestro reloj biológico se adapte a una rutina de sueño y sea más fácil conciliar.
- Eliminar las siestas durante el día o, en caso de que sean necesarias, limitarlas a 20 minutos como máximo.
- Mantener la habitación con una temperatura agradable no demasiado cálida, con la iluminación adecuada y el suficiente aislamiento de los ruidos del exterior que puedan interferir durante el sueño.
- Restringir el tiempo que se está en la cama, limitándose a las horas destinadas únicamente a dormir, evitando las siestas durante el día. No se recomienda realizar otro tipo de actividades en la cama tales como leer, estudiar y mirar el móvil o la televisión, puesto que de esta manera la cama y el dormitorio se asocian a actividades que requieren estar despierto.
- Crear una rutina antes de irse a dormir: lavarse los dientes, poner el despertador para la mañana siguiente, escuchar música, preparar la ropa del día posterior…
Mientras el cuerpo se adapta a estos nuevos hábitos para mejorar la calidad del sueño e intentar conseguir un sueño reparador en la medida de lo posible, se puede recurrir al consumo de pastillas para dormir formuladas a base de sustancias con propiedades tranquilizantes.
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